Taller 10. PAISAJE DE FORMACIÓN.
Se ha estudiado la autobiografía poniendo un poco de orden en los recuerdos significativos de numerosos hechos ocurridos en la propia vida. Se han considerado los accidentes, las repeticiones y los desvíos de proyectos acontecidos en diferentes momentos. Ahora bien, hemos nacido en una época en la que existían vehículos, edificios y objetos en general, propios de aquel momento; también existían ropas y aparatos de los que disponíamos casi cotidianamente. Era un mundo de objetos tangibles que se fue modificando a medida que pasaron los años. Al echar una mirada a los diarios y revistas, a las fotografías, a las películas y a los videos que atestiguan aquello, comprendemos como ha cambiado nuestro mundo en estos años. Cualquier ciudadano puede disponer de una formidable documentación para retrotraerse a la década o año de su interés. Cotejando, descubrimos que muchos objetos que formaron parte de nuestro medio infantil ya no existen. Otros han sido tan modificados que se nos tornan irreconocibles. Por último, han sido producidos nuevos objetos de los que no se tenían antecedentes en aquella época. Basta recordar los juguetes con los que operábamos, basta compararlos con los juguetes de los niños de hoy, para entender el cambio de mundo producido entre dos generaciones.
Pero también reconocemos que ha cambiado el mundo de objetos intangibles: los valores, las motivaciones sociales, las relaciones interpersonales, etcétera. En nuestra infancia, en nuestra etapa de formación, la familia funcionaba de un modo diferente al actual; también la amistad, la pareja, el compañerismo. Los estamentos sociales tenían una definición diferente. Lo que se debía hacer y lo que no (es decir, la normativa epocal), los ideales personales y grupales a lograr, han variado considerablemente.
En otras palabras: los objetos tangibles e intangibles que constituyeron nuestro paisaje de formación, se han modificado. Pero he aquí que en este mundo que ha cambiado, mundo en el que opera un paisaje de formación diferente para las nuevas generaciones, tendemos a operar en base a intangibles que ya no funcionan adecuadamente.
El paisaje de formación actúa a través nuestro como conducta, como un modo de ser y de movernos entre las personas y las cosas. Ese paisaje también es un tono afectivo general, una «sensibilidad» de época no concordante con la actual.
La generación que hoy se encuentra en el poder (económico, político, social, científico, artístico, etcétera.) ha sido formada en un paisaje diferente al actual. Sin embargo, actúa en éste e impone su punto de vista y su comportamiento como «arrastre» de otra época. Las consecuencias de la no concordancia generacional, están hoy a la vista. Podrá argumentarse que la dialéctica generacional siempre ha operado y que eso es, precisamente, lo que dinamiza a la historia humana. Desde luego que ese es nuestro punto de vista. Pero aquí lo que estamos destacando es que la velocidad de cambio se está acelerando cada vez más y que estamos en presencia de un ritmo vital muy diferente al que se sostenía en otras épocas. Con sólo mirar el avance tecnológico y el impacto de las comunicaciones en el proceso de mundialización, comprendemos que en nuestra corta vida ha ocurrido una aceleración que supera a centurias completas de cualquier otro momento histórico.
Así nos encontramos con el tema del paisaje de formación y con este momento en el que nos toca actuar. Advertirlo parece importante en este proceso de adaptación creciente que necesitamos; trabajarlo parece tarea urgente; compartir con otros estas reflexiones parece vital para la salud mental de todos.
Reconsideremos pues nuestro anterior estudio autobiográfico y veamos ahora el paisaje en el que nos formamos. No el paisaje de aquella época en general, sino el paisaje de nuestro medio inmediato. De este modo estaremos ampliando el punto de vista de una autobiografía un tanto subjetiva, para convertirla en una autobiografía situacional en la que el «yo» personal es en verdad una estructura con el mundo en el que existe.
- Buscamos objetos tangibles e intangibles que recordamos diferenciándolos de los actuales, especialmente los valores, criterios, etc.
NIÑEZ | ADOLESCENCIA | ADULTEZ | |
OBJETOS TANGIBLES |
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OBJETOS INTANGIBLES |
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- Síntesis y Positivización.
Lectura .D. Propuesta de un Autoconocimiento situacional.
Retome los trabajos autobiográficos y abra un nuevo capítulo en el que
desarrollará la situación que le tocó vivir en su infancia y luego en su adolescencia.
No se preocupe por perfeccionismos. Reconstruya su paisaje de formación a
grandes rasgos, poniendo énfasis no en los objetos tangibles de aquella época, sino
en los intangibles. Observe su estructura familiar y los valores que en ella tenían
vigencia: aquello que era bien visto y aquello que era reprobado. Observe las
jerarquías y los roles establecidos. No critique nada, trate de no juzgar…
simplemente describa.
Describa ahora los objetos intangibles que se daban en la relación con sus amigos.
No juzgue.
Describa los intangibles que operaban en su escuela, en relación con el compañero
o compañera sexual, en el medio social en que le tocaba actuar. No juzgue.
Una vez descripto lo que hemos recomendado, trate de sintetizar cómo era ese
paisaje apoyándose en modas, edificaciones, instrumentos, vehículos, etcétera,
dándole apoyo objetal a su paisaje de formación. No juzgue.
Por último, trate de rescatar la sensibilidad, el tono afectivo general de los
momentos más importantes de su paisaje de formación. Tal vez la música, los
héroes del momento, la ropa codiciada, los ídolos del mundo de los negocios, de la
política, de la cinematografía, del deporte, le sirvan como referencias para captar el
tono afectivo que como trasfondo operaba en su mundo circundante. No juzgue.
Pase ahora a examinar cómo miraba todo aquello y cómo era miradousted por
los miembros de ese mundo. Recuerde la forma en que juzgaba todo aquello y el
modo en que reaccionaba. No lo juzgue desde su hoy, hágalo desde aquella
época. ¿Cómo era su choque, su huída, su repliegue, su acuerdo? Si responde a
esto lo estará haciendo con referencia a las conductas que se fueron formando en
usted en aquellas épocas. Describa de qué manera enjuiciaba y era enjuiciado y
con qué roles actuaba en aquel paisaje. Pero no se diga ahora si aquello estaba
bien o mal. Simplemente describa.
Estamos ahora en condiciones de comprender cómo aquellas conductas y aquel
tono afectivo general han llegado hasta aquí, hasta el día de hoy. Estudie pues,
el arrastre de aquellas épocas en materia de acción y de sensibilidad.
No debe desorientarse por la modificación de sus conductas, ya que muchas de ellas
conservan la misma estructura aunque se hayan sofisticado considerablemente a lo
largo del tiempo.
Comprenda que muchas tácticas han ido mejorando, pero que otras han quedado
fijas, sin adaptación creciente. Estudie la relación de esas conductas fijas, de esas
tácticas, con el tipo de sensibilidad de aquella época. Compruebe si íntimamente
está dispuesto a hacer abandono de aquella sensibilidad que, desde luego, involucra
valoraciones que usted mantiene en pié.
Llegamos a un momento de profunda meditación. No estamos sugiriendo que usted
abandone los valores y la sensibilidad de su etapa de formación. Estamos hablando
de algo diferente; de comprender como todo aquello opera en su momento actual.
Es usted quien debe decidir, y herramientas no le faltan, para producir los cambios
que juzgue necesarios. Pero aquí, las modificaciones que usted opere serán
estructurales y situacionales, ya no simplemente subjetivas porque está
cuestionando la relación global con el mundo en que vive.
Hemos caracterizado al trabajo anterior, no como una práctica más sino como una
meditación sobre la propia vida. Del contexto de lo expuesto se deriva que no
estamos tratando de modificar algunas tácticas indeseables, sino de exponer ante
los propios ojos la verdad de la relación personal con el mundo. Desde luego, que a
estas alturas se está en condiciones de comprender las raíces de numerosas
compulsiones asociadas a conductas iniciadas en el paisaje de formación. Pero la
modificación de conductas ligadas a valores y a una determinada sensibilidad,
difícilmente pueda efectuarse sin tocar la estructura de relación global con el mundo
en que se vive actualmente. Comprendido el problema habrá de decidirse, si no se
desea un cambio estructural del comportamiento, cuáles son las tácticas a modificar
porque se las considera inadecuadas. Esta última pretensión podrá satisfacerse
mediante la aplicación de diversas técnicas que en su momento hemos estudiado.
¿Pero qué es lo que puede ganarse si no se está dispuesto a cambios
estructurales? Cuando menos obtendremos ventajas al ampliar el conocimiento
sobre nosotros mismos y en lo que respecta a la necesidad de cambios radicales, la
situación que nos toca vivir en este momento es la que nos decidirá en una u otra
dirección. Por otra parte, las situaciones cambian y el futuro dispondrá, tal vez, de
requerimientos que actualmente no son suficientemente sentidos por nosotros.